Naturaleza Industrial

 

 

por Gabriel Acevedo Torres

Crónica en respiros de la vida natural en el urbanismo

Fundación Teatro Odeón en Bogotá Colombia presenta realidad de la supervivencia de la naturaleza en las ciudades metropolitanas ante la ignorancia de la humanidad.

Varillas, metal y cemento, panorama de nuestra naturaleza en plena actualidad que pareciera la supervivencia de lo natural con lo artificial del urbanismo.  Pareciera que lo mencionado es cosas del futuro, pero no, es una batalla real donde impera el discurso capitalista del desarrollo metropolitano que corrompe con la Madre Naturaleza ocasionando un desasosiego de lo que debe ser saludable para los seres humanos.

Al parecer el metal crece en el cemento como si fueran seres vivos, que dejan plasmado en el pecho una realidad de lo que sustituimos por las plantas.  Seco pareciera la necesidad de crecer pero importante es la de construir.

La Fundación Teatro Odeón de Bogotá presento la exposición “Ruidos  del Paisaje: apuntes para sótanos y un jardín” elaborado por los artistas Nicolás Gómez, Alexandra McCormick  y Camilo Bojacá.

En la exposición muestra la exploración de la apropiación de la naturaleza en la ciudad como si esta nunca hubiese existido en el pasado, lo que nos lleva a su vez es una reflexión profunda del respeto a la vida, a lo natural.  Un desafío que no solo nos permite entender la transformación de la naturaleza, sino la implantación del urbanismo como algo inocente al que no apela a la anti naturalización de la sociedad.

Durante el recorrido de las pieza pareciera que la naturaleza pide a secas su lugar en áreas donde la oscuridad es la luz principal del establecimiento. Un sótano es la pieza ejemplar de la exposición ejemplificando cuan urbanizado esta la sociedad ya que presenta los suburbios de aguas acumuladas acompañadas por ruidos de tormentas en la que se proyecta vida natural. Llegando a la conclusión que donde hay agua existe vida y en este caso esperanza de lo que una vez fue existencia.

A pasos del sótano hay las ruinas de un jardín en el que pareciera que la falta de agua está secando las plantas, se presenta una frase moldeadas en musgos que dice “Errores que se consumen con el tiempo”, dando la impresión que las consecuencias de nuestro urbanismo descontrolado van hacer desalentador para la sociedad.

Los árboles secos pintados de rojos alertando la peligrosidad que puede llegar a hacer lo natural con las ideas consumistas, son ejemplo que puedes llegar a parpar en la explosión de arte.  Los árboles son colocados en diferentes puntos de la sala para que sean esquivado como si fueran conos de precaución o peligroso en las calles.

La supervivencia de lo natural a lo artificial se puede apreciar en piezas donde se ve crecer vida en las sobras de un tenis abandonado y el surgir de un árbol encima de un bloque de cemento, que en si presenta una guerra declarada por las plantas.

Un archivero te deja en perspectiva lo que un día fue no será, en él se muestran papeles con luz fluorescente rastros o ideas de un árbol de ceiba como ejemplo de grandeza, pero al sacar el documento de la luz, desaparece evidencia alguna de vida natural. Pareciera que ese archivero es semejanza a lo que vemos y sentimos por nuestro planeta.

Todo pareciera que estamos remplazando calidad por conformidad. La exposición de arte te deja un mal sabor en la boca de lo que estamos asimilando como estilos de vida saludables.  Muchas veces nos dejamos segar por el consumismo y en vez de ver una planta germinar, estamos destinados a ver crecer edificios.

Al parecer la muestra artística deja un mal sabor para los que nos ponemos a pensar en el futuro, por la mínima razón de que lo que vamos a dejar a generaciones es una contaminación de pensamiento en el que prevalecerá la importancia del capital. Dejando un legado de ser menos humanos y más materia. Como dice este pensamiento indígena, «Sólo cuando el último árbol esté muerto, el último río envenenado, y el último pez atrapado, te darás cuenta que no puedes comer dinero.»

Ha humanidad…